He sido visitado en mi dormitorio por una vampira.
Después de un sinfín de invocaciones aparentemente infructuosas, solo una mujer-vampiro, ha acudido en respuesta a mi llamada.
Ofrecí mi alma a cambio de gozar de paz y tranquilidad, en mi hostigada morada.
Clamé como un desesperado; rogando a cualquier criatura paranormal o sobrenatural, para que acudiera en mi amparo.
Pensé que nada ni nadie había escuchado mis súplicas.
Afortunadamente para mi causa, estaba equivocado.
Tanto las hadas como los espíritus bondadosos, hicieron oídos sordos a mis peticiones de ayuda; aunque sé a ciencia cierta que las ninfas genuinas pueden resultar terroríficas, ergo el pueblo feérico tiene un reverso tenebroso mucho más siniestro de lo que uno pueda imaginar.
Ha sido finalmente un demonio, de la misma estirpe que los súcubos, quien ha hecho acto de presencia ante mis ojos.
Mi habitación se inundó con una luz plateada, cuando ya había logrado conciliar el sueño; después de horas de insomnio y angustia, a causa del agresivo estrépito vecinal.
De repente el silencio era absoluto.
Una neblina se filtró a través de los intersticios ventanales.
Infinidad de partículas provenientes del flujo lunar, cobraron forma frente a mi lecho.
En breves instantes, un ente de apariencia femenina voluptuosa, estaba presente ante mi rostro petrificado.
Un tupido velo de aura cósmica, nos aislaba de los molestos mortificadores.
Durante las siguientes e interminables horas, derramé más fluidos que Jonathan Harker en el castillo de Drácula.
No obstante, el amanecer me encontró descansado y sonriente.
Sin evidencias físicas que demostraran la veracidad de la visita de dormitorio, salvo mis sensaciones corporales.
He sido seducido mediante el erotismo vampírico de una extraña fémina.
Émulo de Mircalla Karnstein o incluso de la mítica Lilith.
¿Se trataba de un sueño o fue la pura realidad?
Ahora mismo estoy despierto y el flujo lunar está penetrando por mi ventana.
Un cántico sensual resuena en mis oídos.
Mi seductora vampírica o vampiresa, me deleita con la narración de la historia de su linaje.
¿La mujer-vampiro pretende salvarme, beber mi sangre o poseerme en comunión: cuerpo y alma?
Quizá el fin de su seducción sea lograr las tres cosas.
Me provoca valiéndose de mi afán por obtener inmortalidad.
Se nutre en mis anhelos y alimenta a su vez, mi deseo por evadirme de la prisión que habito.
No quiero seguir resistiéndome, después de todo, yo la invoqué.
Ella vino a mí en respuesta a mis súplicas.
Aniquilando además, sin un ápice de piedad, a los condenados abyectos que estuvieron años atormentándome.
En honor a mi sufrimiento, ni siquiera se dignó a beberse la sangre de mis verdugos.
Los borró de la faz de La Tierra, como quien aplasta cucarachas.
Mientras aguarda hasta que yo tome una decisión, solo sacia su sed vampírica con mi energía vital, sorbiéndomela a través del plasma sanguíneo.
No necesita morder mi carne con sus incisivos caninos, ni lacerarme la piel con algún objeto puntiagudo.
No es una libidinosa Clarimonde desatada por sus apetitos.
Aunque sí es igual de ardiente y voluptuosa.
Cada noche, después de dejarme exhausto en mis rituales de iniciación al vampirismo…
Elige una parte diferente de mi cuerpo, pega allí sus labios y lengua a modo de ventosas: ergo succiona el torrente linfático a su discreción.
A continuación, llega mi turno para beber de ella.
Mediante el intercambio de fluidos energéticos, me transmite sus historias particulares por vía telepática.
Finalmente, me rindo a su invitación.
Una intensa avidez centellea en sus brillantes ojos moteados con colores violáceos, que acompañan a esa radiante sonrisa vampírica.
Creo que se relame de gusto por el festín que se avecina.
Me temo que yo soy el menú completo.
Tanto las paredes de mi habitación como el lecho, se desdibujan por completo.
Me invade un tremendo vértigo.
Tal vez es frenesí.
Abrazado a mi vampira, ambos despegamos con rapidez.
Todos los obstáculos se disgregan en medio de la vertiginosa ascensión.
Las nubes del cielo nocturno nos reciben con pomposidad.
Pese a la altura y velocidad, no siento frío alguno, sino una quemazón febril.
Los nimbos se apartan para dejar el paso libre a nuestro descenso.
El aterrizaje se ralentiza, permitiéndome vislumbrar mi destino vampírico…
Multitud de montañas inmensas, infestadas de una profunda foresta; en medio de ese espectáculo natural, se manifiesta mi nueva residencia vampírica: un castillo gótico, la morada apropiada para cualquier vampiro que se precie de serlo.
¡Ya soy un vampiro!
He basado mi storytelling en los relatos clásicos de vampiros, publicados en el siglo XIX.
Este microrrelato en concreto, es un homenaje inspirado en el fabuloso cuento escrito por Théophile Gautier en 1836: La muerta enamorada. Con mención incluida a la susodicha vampira Clarimonde.
En el cine y la literatura, las mujeres-vampiro suelen estar subyugadas a sus congéneres masculinos.
Eso no es así realmente.
¡No están detrás de nadie!
Lilith estuvo ante Yahvé al mismo nivel que Adán; ella fue antes que Eva, la primera en todas sus facetas:
Mujer, hechicera, vampira, súcubo y demonio.
Eso son más historias, que quizá, las todopoderosas y bizarras féminas vampíricas me permitan contar algún día.
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