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Atlantes y más demonios

Una isla situada más allá de las columnas de Hércules y más grande que Libia y Asia Menor juntas. Su poderío fue tal que llegó a dominar toda Europa y el norte de África, hasta que fue derrotada por los ejércitos atenienses; tras esto, un cataclismo descomunal la hizo desaparecer bajo las aguas, en un solo día y en una terrible noche.

Es la única mención que existe desde la Antigüedad, acerca de la legendaria Atlántida; en unos textos de Platón. No hay ni ha habido más datos documentados sobre su existencia.

Su nombre significa literalmente «isla de Atlas», en referencia al primer rey de esta mítica tierra.

También denominada Atlantis, nunca se han hallado sus ruinas a ciencia cierta.

Las hipótesis sobre su ubicación son: marismas del sur de la península ibérica; islas del océano Atlántico o cualquier fosa abisal del mismo.

Hay innumerables leyendas sobre la supervivencia de algunos atlantes; que habrían evolucionado como criaturas marinas y desarrollado tecnología futurista, para seguir viviendo y procreando, en ciudades submarinas.

La isla artúrica de Ávalon en la mitología celta, podría haber sido una colonia de Atlantis; ergo el famoso mago Merlín sería en ese caso, un sabio atlante en constante búsqueda de personas merecedoras de recibir sus arcanos conocimientos.

En la actualidad estas historias se han fusionado con el fenómeno OVNI, por ende las susodichas ciudades submarinas serían de procedencia extraterrestre y sus habitantes atlantes, todos alienígenas.

Para rizar el rizo de la mezcolanza, en la por ahora última entrega novelada de las Crónicas vampíricas de Anne Rice, con el sugerente y rimbombante título de El príncipe Lestat y los reinos de la Atlántida; el sempiterno Lestat y su troupe de vampiros, se enfrentan a atlantes artificiales creados por entidades extraterrestres, supervivientes de una supuesta Atlántida.

¿Qué opinas sobre el mito de Atlantis? ¿Tienes algún conocimiento arcano acerca de su existencia, que desees compartir? Te leo abajo en los comentarios.

«Si bailas con el Diablo, el Diablo no cambia; cambias tú.» Asesinato en 8mm (1999).

No se puede pactar con una entidad desconocida.

¿A quién o a qué te piensas que estás invocando?

¿A Lucifer, el Ángel caído?

¿A Satanás, el antagonista del Apocalipsis bíblico?

No tienes ni idea de lo que estás cavilando.

Cuando oras o invocas, nunca sabes quién o qué puede estar escuchando, ni de qué manera va a decidir responder a tus plegarias; te aseguro que las consecuencias no serán las que habías imaginado.

Las criaturas demoniacas documentadas en la historia, ya sea en casos de posesión diabólica, exorcismos, aquelarres o invocaciones, son absolutamente desconocidas; aunque hayan recibido alguna nominación oficiosa, los demonios siempre mienten y no suelen dar su verdadero nombre, y sobre todo, jamás revelan sus auténticas intenciones.

Su procedencia y naturaleza son ignotas.

Pueden provenir de otra dimensión, de otro mundo o de otra época.

Quizá sean de origen extraterrestre o celestial, incluso de otro universo o del mismísimo infierno.

Si entras en contacto con uno de ellos, no sabes si es mediante un canal de comunicación o a través de un portal de entrada hacia tu hogar, para quedarse en tu alma eternamente.

También deciden visitar al prójimo, aunque no hayan sido invitados.

«Un lugar endemoniado, atrae a personas endemoniadas.» El misterio de Salem’s Lot (1979).

En ocasiones se instalan en sitios en vez de en personas, y pueden atraer mágicamente, tanto a víctimas como a aliados.

La gente piadosa sería la víctima potencial.

La esencia de los posibles aliados por el contrario: individuos con el mal en su corazón, mortales impíos y sin conciencia ni posibilidad de salvación.

Asimismo viceversa, ergo los demonios van a todo.

Me gustaría conocer tu opinión al respecto: ¿Crees que la malignidad se manifiesta con presencias físicas, o es un sentimiento interno que puede o no, ser templado? Te leo en los comentarios.

Por Satur Menchero

Conforme a mi naturaleza de Creepy Writer: germino storytelling directamente desde el sepulcro.

Mi especialización radica en el género narrativo con el que me siento más cómodo, o donde me brotan más ideas creativas.

Me defino a mí mismo como un narrador espeluznante, apasionado por la épica y el misterio; asimismo, con afán de obtener conocimientos arcanos.

Existen diversos nichos y segmentos de mercado, donde profesar mi estilo de storytelling.

Enumero algunos:

Películas, cómics & literatura del género de terror.

Promoción de estrenos cinematográficos & literarios en la susodicha categoría.

Eventos terroríficos en la temporada de Halloween.

Las populares scape-rooms con temática zombi o de misterio.

Comestibles, figuras & juguetes con formas de monstruos.

Viajes organizados y rutas variadas por lugares tenebrosos.

Disciplinas psicológicas (terapias & tratamientos) para afrontar miedos & fobias.

Solo quiero contar historias para ponerte los pelos de punta.

Mi deseo de erizarte los cabellos no es para asustarte.

Quiero provocarte todo tipo de emociones; que disfrutes y sientas placer al leerme.

Es lo que vas a encontrar si me lees:

Fantasía, motivación y bizarradas.

Elegir desarrollar mi método de creepy-storytelling: es relativo al arquetipo del producto o designio que se pone a la venta, así como al cliente ideal para ello.

Es una especialidad aparentemente insólita, pero más popular de lo que uno cree.

Es un género que se hace viral entre tinieblas.

Aunque existen niveles.

Los más radicales no son dignos de ser divulgados.

No recomiendo prestar atención a las historias que se deslizan sinuosas en la oscuridad.

Eres tú quien decide, si deseas adentrarte profundamente en las leyendas más siniestras.

Por todo lo aquí referido, me defino a mí mismo como:

Creepy Writer & Bizarre Storyteller.

Redactor intuitivo de contenido creativo.

Escritor antihéroe & bizarro.

Un narrador antihéroe no es un escritor tradicional.

Ambos perfiles comparten la misma naturaleza pero difieren en los métodos que profesan.

El storyteller antiheroico no cumple a rajatabla con las normas más rígidas de la redacción óptima, sino que las adapta a su discreción.

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